Querido diario: Hace diecisiete años conocía un mundo nuevo, extraño al parecer. Salía de la panza de mi mamá para que demás personas pudieran conocer a una pequeña criatura, que no solo conocerían de tal manera, sino que podrían ver todos los problemas que llevaba por dentro. A los veintidós días tuve la primera operación, conocía lo que era un quirófano y más tarde logré comprender que no iba a ser la última vez que lo visitase. Pasaron los años grises. Sí, grises porque los primeros tres años se basaron en cirugías, en correcciones para mi cuerpo. Pero antes que todo eso, hubo un día negro, negro y que por nada en el mundo podía aparecer una manchita blanca de esperanza. Ese día estaba en coma, pendía de un hilo mi vida, y ya nada podían los médicos hacer. Palabras del doctor a mis viejos: Lo único que puedo decirles es que nosotros hicimos lo posible, ahora está en manos del Grande. Sólo pueden rezar. Y así, parecía irme, parecía volver. Desperté de pronto de esa inconciencia, de ese malestar y pude volver a vivir. Esto lo recordé anoche cuando mi mamá me saludó diciendo: Feliz cumple resucitada.
Pasaron los años, varios cumpleaños festejando entre cortes, navidades en hospitales. Pero nunca por eso, dejé de festejar con ansias este día. Es el único día del año que es totalmente mío, para mí. Nunca dejé de sonreír.
Pasaron los años, varios cumpleaños festejando entre cortes, navidades en hospitales. Pero nunca por eso, dejé de festejar con ansias este día. Es el único día del año que es totalmente mío, para mí. Nunca dejé de sonreír.
Por eso me digo otra vez: ¡Feliz cumpleaños, felices diecisiete gorda!
Y hoy más que nunca, es un cumpleaños (que después de los quince o mejor dicho, al lado porque los dos son realmente importantes) nunca voy a olvidar. Es uno de esos días que quedan y estoy segura que va a quedar guardado en la memoria por siempre. Porque cosas así, ocurren tal como se dice: UNA VEZ. Son únicas, son indescriptibles o por lo menos, lo es para mí. Es algo hermoso que no puedo explicar con palabras, se puede ver una sonrisa en mi rostro al pensarlo o también podría demostrarse con una acción: nuestro abrazo. Sí, porque lo que muchas veces caracterizó nuestra relación fue ese abrazo de consuelo, de amor, de comprensión: abrazo al fin. Y creo que hoy como mañana, este día va a ser incomparable. Gracias gordo es algo que puedo decirte, una de las pocas cosas porque ya no me alcanzan las palabras para demostrarte todo lo que siento. Gracias por cada minuto de nuestros tres años y algo, por cada palabra, cada abrazo, cada beso, cada mirada y cada vez que estamos más cerca que nunca y nadie nos puede separar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario