Escribo estas palabras, porque lo único que quiero es tu oportunidad de escucharlas o, en su defecto, leerlas. Si hay algo que deberías saber es que nunca me rendí. Nunca levanté los brazos y dejé de luchar por eso que un día llamamos “nosotros”. Jamás pude rendirme, no sólo por mí, sino que por cada encuentro de nuestro ojos. Esa mirada era demasiado cómplice de que todavía existía un “nosotros”. Era inevitable darse cuenta que ese beso el domingo, no fue más que un impulso. Pero tal como dijo una amiga: “Los impulsos vienen del corazón, y si vienen del corazón, es porque son con amor”. Y eso, puede significar que todavía me amas. Tal como cada vez que hablamos y nuestras conversaciones terminan en un “Te amo” o “I love you”. Y sí, yo te amo. Quisiera en este momento, poder mirarte a los ojos y decirte estas tres palabras, seis letras y sentirlo tal como lo sentí la primera vez que lo dije. Quizás no la primera vez, pero si de la misma manera en que sentí esas palabras, cuando supe que era de verdad eso lo que sentía. Te amo desde que supe que eras a quien necesitaba, te amo desde que tus ojos mieles me miraron fijo y me dijeron “Te necesito”. Te amo desde que tu risa me contagiaba y era inevitable reírse. Te amo desde tu mirada antes de entrar a la cancha a jugar y tus mensajes de miedo antes de entrar a la pileta por los bonaerenses. Te amo desde cada lágrima que derramé y tus palabras estaban ahí para darme apoyo, consolarme y acompañarme. Te amo desde el momento en que tu mirada decía más que los aplausos en mi entrada de quince. Te amo desde que me sacaste a bailar el vals y me dijiste “Estás hermosa, es tu noche, disfrútala. Te amo”. Te amo desde que hicimos el amor, desde que tus manos se plantaron en mi cintura y no me apartaron de nada más que de la soledad. Te amo por cada pequeño detalle, que por más mínimo que sea, es tuyo, de tu persona y de nadie más. El domingo... El domingo quedé paralizada ante el beso, no me lo esperaba. Para nada. Quisiera volver a ese instante y besarte como realmente hubiera deseado hacerlo. Que tus ojos no me miren de la misma manera en que me miraste, con tus ojos mieles llenos de tristeza. Sí, así estaban… Me pude dar cuenta el tono de tu voz al preguntar cuándo me mudaba. Y me fue inevitable sentir que seguías pensando en mí. No sólo porque eso es lo que habías dicho. Sino que seguías pensando en mí, pero para mi sorpresa, pensabas de la misma manera en que lo hacías cuando decías que me amabas. Quedan dos días antes de que me vaya, y quisiera decirte todo a la cara, mirarte fijo y saber que lo escuchas, sin esperar una respuesta a cambio, tal como el 18 de enero de 2009. Quiero gritarte todo lo que siento, porque lo que siento, es que no puedo callarlo más. No puedo seguir mirándote a los ojos y fingir que ya no siento nada, porque los dos sabemos que no es así. Los dos sabemos que la distancia es lo de menos entre nosotros, porque mientras nuestros corazones estén unidos, no hay nada que pueda separarnos. Quisiera perder la ilusión de que un mensaje llegase diciendo “Quiero hablar con vos”, y aquella otra de que aparezcas en mi casa. Quisiera escucharte decir lo que realmente sentís y dejarte escuchar todo lo que yo realmente siento. Pero la otra verdad es que quisiera llamarte, pero no sé si vas a estar ahí.
Lo único que siento es que te amo, que te amo cada día más y más.
Y como dice la canción y una frase que usamos mucho en su época: “Yo te sigo esperando porque nada me apura…”.
With love, J.
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