Juli. Ju. Julilu. Y demás variantes de mi nombre, el cual me satisface demasiado y no es simplemente eso, "un nombre".
20. Veinte son los años que llevo en esta vida, veinte velitas pasaron por mis tortas de cumpleaños, veinte días especiales, mis favoritos del año, para recordar que ese día: es mío y de nadie más.
Ariana. De Aries. Del signo del horóscopo. Y aunque no creo en esto, confirmo cada vez más lo tantas veces ya escuchado "Los arianos son extremadamente locos, llevan un líder en su interior". Bueno, yo soy ambas. Loca. Pero loca mal, tengo locura buena, sana, y locura insana, de esas que sirven para tomar riesgos. Y lider... Será que me gusta demasiado tener las cosas bajo control, sentir que está todo en su debido orden, guiar a los demás cuando no encuentran su propio camino. Qué se yo, estoy loca.
Argentina. Un país especial, raro, conflictivo... Sin embargo, lo encuentro exquisito en muchos sentidos: paisajes, variedad de culturas, monumentos. Y lo extraño, es que entre nosotros quizás nos matemos, nos odiemos, y todas esas cosas negativas que se pueden tener en una relación; pero, sin embargo, cuando el enemigo es alguien externo, el argentinos siempre logra esa fraternidad para luchar en contra... ¿Unidos por la causa se dice no?
Estudio para Contadora, en la Universidad de Buenos Aires. Tengo planeado hacer el posgrado en Finanzas, mi gran sueño. ¿Quién dice que no se puede llegar a Wall Street?
Tengo 10 operaciones, muchas cicatrices, de las cual estoy muy orgullosa. Me recuerdan todo lo que pasé, las fuerzas que sacaba de quién sabe dónde. Me recuerdan esa pequeña guerrera que vive en mí.
Soy de esas personas, que aunque no se sientan bien, están todo el día con una sonrisa. Un día sin una sonrisa es un día perdido. Además, no sabes cuántas personas se pueden salvar con tan solo una sonrisa, un "buen día", un "por favor" y un "gracias".
Soy una morsa: amor eterno a dormir, verano, invierno, lluvia, sol. Se duerme siempre que se puede, esa es la ley primera. No sé si es por la hermosa sensación del cuerpo recostado, logrando descansar; o quizás, las ganas de sumergirme en un sueño que despierte miles de sensaciones en mi interior. Y aunque no recuerdo casi nunca mis sueños, dormir es uno de mis hobbies preferidos.
Familiera. Me encanta pasar momentos con mi familia, charlar y esas cenas donde todo es risas. Sobremesas de charlas filosóficas, sobre temas interesantes como economía, sociedad, política, religión. Temas que de chica, no entendía ni por joda. Feliz de poder compartir cosas así con ellos. Poder compartir mis alegrías y tristezas, especialmente con mi mamá, porque es un vínculo muy fuerte y especial el que nos une.
Tengo una pequeña gran obsesión con los elefantes. Son mis animales preferidos, entre algún par más seguramente. ¿Por qué obsesiva con ellos, entonces? "Los elefantes pueden recordar" de Agatha Christie es mi respuesta a tu pregunta. Me siento plenamente identificada con ellos. Soy muy buena con la memoria, con las fechas... Con los recuerdos.
Y muchas, muchas cosas más. Muchas cosas que sé, muchas que no. Muchas cosas que aprenderé de vos, de otros, de mi propia persona. De enseñanzas o experiencias, por ensayo y error. Muchas lecciones que aún la vida no me enseñó, muchas por corregir, cambiar, modificar. Y acá estoy, firme a la decisión de enfrentar cada bala, cada flor, abrazo, mirada que llegue a mí. ¿No me ves? ¡¡Acá estoy!!

Cuando necesites un abrazo, y no te animes a pedírselo a nadie: escucha tu canción favorita, lee un poco y si es necesario, derrama esas lágrimas, para que ese abrazo no te lo de nadie, sino te abraces a ti mismo y te sientas acompañado de tu propio corazón. J



lunes, 8 de abril de 2013


Tres años. Hace tres años, mi situación sentimental era más desordenada que la habitación de un adolescente, en pleno verano. Mi humor sufría altibajos, como también lo hacía mi corazón. Tras una situación devastadora para mi sensibilidad característica, nada me resultaba de buena vibra. A todo le buscaba una falla, al gato, una quinta pata y a mi vida, una razón. Claro, era el corazón roto de una niña enamorada por primera vez. Dicen que golpes duros, como el primer amor, sirven para madurar, para dar un giro al camino que está tomando nuestra vida. Sirven para cambiar, para mejorar.
El mundo se deshacía en mil pedazos, no me encontraba a mí misma. Había olvidado por unos días lo que era sonreír. Las nubes se tornaban diariamente en grises, mi sol se apagaba, las flores se marchitaban y no sólo a causa del otoño estacional. Lágrimas recorrían mis ojos todas las noches cuando me encontraba en soledad, como un río fluyendo a causa de una buena corriente. Y muchos sentimientos más, los cuales quienes han sufrido desilusiones por un primer amor, podrán reconocer.
Siempre hay algo que nos saca de ese abismo, que nos devuelve la mirada de un mundo lleno de colores, un mundo en el cual vale la pena vivir. Un mundo para el cual regalar una sonrisa. Un amigo, otro amor, una sonrisa, una situación aún más devastadora que la nuestra, nos permite comprender que vale la pena sonreír.
¿Cuál fue mi salvación? Familia y amigos, como en cualquier situación. Ellos saben qué es lo necesario para hacer nuestro rostro
 brillar. Para llenarlo de felicidad. Pero también alguien que destaca, fue parte de mí, parte de ese momento. Esa persona que me brindó su mano, sus brazos para reposar mi tristeza, mis miedos. Un amigo, mucho más que un amigo. Para mí, hasta hoy en día, a pesar del tiempo que recorrimos, no lleva etiqueta. No se puede definir qué es, qué lugar ocupa en mi vida. Solo sé que es un lugar importante y apreciado.
Recuerdo el momento en que mis lágrimas corrían una carrera por mi mejilla, para ver cuál tocaba tierra primero, pero una mano las frenó, borrando, sacando esa tristeza de mi rostro. Sus palabras hicieron que mis ojos se enfocaran en los suyos. Faroles que demostraban seguridad para mí, que mostraban confianza y un buen corazón que me abría las puertas. Un abrazo. Y más llanto. ¡¡Cuántas lágrimas, ¿no?!! Pero a pesar de las lágrimas, pude encontrarme a salvo. Sus brazos podían llamarse ‘hogar’, pues me brindaban protección. Es raro hablar así, de alguien de quien siquiera estoy enamorada, o tenga lazo de hermandad. Como dije antes, no lleva etiqueta. Al menos no para mí. Fue una perfecta coyuntura. Y haya sido lo que haya sido, fue para mi bien.
Hoy, tres años después, puedo seguir sintiendo ese abrazo que califico dentro de los 5 mejores de mi vida hasta el momento. Su calidez, su sinceridad oculta. Y no sé por qué ahora, este momento se remonta en mi memoria. Simplemente lo hace. Y como en ocasiones anteriores, su persona logra sacar una sonrisa en mi rostro, sin siquiera estar presente en el momento. 

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