—Bueno, yo en realidad pensaba en los elefantes...
—¿En los elefantes?
Poirot pensó lo que en otras muchas ocasiones anteriores: que de la señora Oliver cabía esperar las salidas más raras. ¿Por qué, de repente, se había acordado de los elefantes?
—Durante la comida de ayer estuve pensando en los elefantes —
informó la señora Oliver.
—¿A qué venía eso? —inquirió Poirot, picado por la curiosidad.
—Bueno, yo estaba pensando en los dientes. Ya sabe, cuando se llevan algunos dientes postizos se está pendiente de lo que se come. Hay que vigilarse. Unas cosas se pueden comer y otras no.
—¡Ah! —exclamó Poirot con un suspiro—. Sí, sí. Los dentistas pueden hacer mucho por uno, pero no todo.
—Muy cierto. Y luego pensé que nuestros dientes eran unos simples huesos, no muy buenos, y que resultaba maravilloso, en tal aspecto, ser un perro, que tiene dientes de marfil auténtico. Recordé a continuación otros seres en las mismas circunstancias, entre ellos las morsas. Y así llegué a los elefantes. Desde luego, hablando de marfil, una piensa inmediatamente en ellos, ¿no es verdad? Se piensa, concretamente, en unos grandes colmillos de elefante.
—Exacto —dijo Poirot, todavía desorientado, sin saber a dónde iba a ir a parar la señora Oliver.
—Pensé en consecuencia que había que recurrir a las personas que son como los elefantes. Se afirma que estos animales no olvidan nada. Ya conoce usted la expresión cuando se trata de elogiar la memoria de una persona: se dice «memoria de elefante».
—He oído la frase en cuestión, por supuesto —indicó Hércules Poirot.
—Los elefantes, no olvidan... No sé si conocerá cierta historia infantil, alusiva a uno de esos animales. Un individuo, un sastre indio, clavó un cuerpo extraño, una aguja, creo, en un colmillo de elefante. No. No se trataba de un colmillo. La cosa afectó al cuerpo del animal.
Varios años más tarde, al pasar el elefante junto al autor de la jugarreta, el animal le obsequió con una ducha de agua, el agua con que había cargado su trompa momentos antes. El elefante no había olvidado a aquél. Lo recordaba perfectamente. En esto centro mi pensamiento: en la memoria de los elefantes. Lo que tengo que hacer es ponerme en contacto con algunos elefantes.
—No sé si he llegado a comprenderla del todo —confesó Hércules Poirot—. ¿A quiénes piensa clasificar como elefantes? Me da la impresión de que para estar informada va a tener que recurrir al Parque Zoológico.
—No es exactamente eso —declaró la señora Oliver—. No se trata de los elefantes como tales animales sino de la forma en que hasta cierto punto algunas personas se parecen a ellos. Hay individuos que lo recuerdan todo perfectamente. A veces, éstos se acuerdan de cosas raras, de detalles insignificantes, nimios. Nos pasa a todos también... Yo me acuerdo, por ejemplo, de cuando cumplí los cinco años y de la tarta que me regalaron entonces. Recuerdo, asimismo, el
día en que se escapó mi canario, el cual me costó no pocas lágrimas. Tengo presente todavía en la memoria el toro que vi en cierta excursión en pleno campo y aún me veo corriendo, espantada, impulsada por el temor de que embistiera contra mí. Recuerdo incluso que ese día era martes. ¿Por qué quedó fijo en mi memoria este último dato? Me estoy viendo también otro día cogiendo moras, cogiendo más moras que ninguno de los que me acompañaban. ¡Fue
maravilloso! Contaba entonces yo nueve años, creo. Pero no es necesario remontarse tanto tiempo atrás. Yo, por ejemplo, recuerdo haber asistido a lo largo de mi vida a docenas de
bodas, pero en cambio sólo he retenido en mi memoria, particularmente, dos de esas ceremonias. En una de ellas actué de madrina. Fue en el New Forest, pero no acierto a recordar qué personas se hallaban presentes. Creo que la novia fue una prima mía. Supongo que vio en mí la persona más a mano... La otra boda fue la de un amigo mío de la Armada , que estuvo a punto de perecer en un submarino. La chica por él elegida no había merecido la aprobación de su familia, pero acabó desposándose con ella. Bueno, quiero señalar así que hay cosas que no se olvidan jamás.
—Comprendo su punto de vista —contestó Poirot—. Es interesante. En consecuencia, usted piensa dedicarse a la recherche des éléphants, ¿no?
—Cierto. Tengo que dar con los datos exactos.
[…]
—Sí. La gente suele ser olvidadiza —comentó Poirot, pensativo.
—Las personas no son como los elefantes —dijo el superintendente Garroway, con una débil sonrisa—. Se ha afirmado en varias investigaciones que los elefantes tienen una memoria prodigiosa.
[…]
—Los elefantes son capaces de recordar —declaró la señora Oliver, reflexiva—. Pero nosotros somos seres humanos y gracias a Dios a los seres humanos les ha sido concedida la facultad de olvidar.
Fragmentos de "Los elefantes puede recordar" de Agatha Christie. Un libro que, como muchos más de ella, tiene una historia atrapante y llevadera. Pero no es sólo una historia, habla mucho más allá de un asesinato ocurrido unos años antes. Puede decirse que me sentí muy identificada con estas partes en las que Agatha da a conocer una característica muy común de los elefantes. Sí, su gran memoria. Cómo bien dice la Sra.Oliver, existe un dicho: "Tal persona tiene memoria de elefante". Y a decir verdad, es un dicho que mis amigas utilizan mucho, MUCHO, en mí. ¿Será porque recuerdo todos los detalles de ciertos momentos? Las fechas, los colores, el clima, las manecillas del reloj no son algo del presente para mí. Aunque a decir verdad el presente es algo inexistente, ya que es un límite entre el ayer y el mañana, entre el pasado y el hoy. Pero, aquellas pequeñas cosas, aquellos pequeños detalles de un momento espontáneo, son muchas cosas que forman parte de nuestros recuerdos. Y será entonces, que a mi me gusta recordar. Que disfruto recordar estas pequeñas cosas porque son las que nos llenan de color la vida, las que nos alimentan día a día y nos dan fuerza para seguir adelante. Y así, presento una parte de lo que siempre fui. Siempre fui esa pequeña rubiecita que recordaba el cumpleaños de todos sus compañeros, quien recordaba el primer día en que sus labios se encontraron con los de su amor, otras fechas que compartieron juntos y otras más, que a decir verdad, eran recuerdos oscuros, dolorosos o preferibles de no ser llamados 'recuerdos'. Y siempre, siempre será así: siempre voy a ser aquella que recuerde todo lo que considera importante, todo lo que le llamó la atención o en algún momento, le hizo sentir un par de mariposas en su estómago, le hizo volar las neuronas a otro universo. Y así de simple es la historia, así de simple es que me gustan los elefantes por sentirme identificada con ellos. Así de grande es mi memoria, que a veces desearía poder no recordar todos esos detalles que, a veces, resultan un 'pain in the ass'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario